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Los 6 Mitos del Envejecimiento


La esperanza de vida ha aumentado en forma pronunciada este siglo, y se prevé que seguirá creciendo prácticamente en todas las poblaciones del mundo. Empezamos a envejecer antes de nacer, y seguimos haciéndolo a lo largo de toda la vida









John H. Glenn, Jr. tenía 77 años de edad cuando fue al espacio por segunda vez; El envejecimiento es un proceso natural que se debe recibir con beneplácito.










Mito No. 1


La mayoría de las personas de edad viven en los países desarrollados



REALIDAD: Lo que es cierto es lo contrario. En su mayoría (más de 60%), las personas de edad viven en los países en desarrollo.


Al 2015 había en el mundo cerca de 580 millones de personas de edad, de los cuales 355 millones viviendo en países en desarrollo. Para el año 2020, la primera cifra aumenta a 1.000 millones de personas, y la segunda, a más de 700 millones.

La esperanza de vida aumentó, y se prevé que seguirá haciéndolo en casi todo el mundo.

Esta tendencia, en virtud de la cual el número de personas que alcanzan la vejez aumenta al tiempo que nacen menos niños, se denomina "envejecimiento de la población".

El fenómeno ha sido particularmente rápido en los países en desarrollo. Mientras que a Francia le tomó 115 años duplicar de 7% a 14% su porcentaje de adultos mayores, a Costa Rica apenas le tomará 25 años (de 2000 a 2025) lograr el mismo aumento.

Cuando las personas alcanzan la vejez, entran en un período de sus vidas en el que están más expuestas al riesgo de contraer enfermedades crónicas, que a su vez pueden traducirse en discapacidad. De hecho, las enfermedades crónicas, incluidas las cardiovasculares, la diabetes y el cáncer, son los factores principales de la carga de morbilidad de los países en desarrollo, mientras que en los países desarrollados las personas mayores están conservando un nivel de salud superior al registrado en cualquier época pasada.





Mito No. 2


Todos los adultos mayores se asemejan



REALIDAD: Las personas de edad constituyen un grupo muy diversificado. Envejecen en formas singulares, que dependen de numerosos factores, como género, sus antecedentes étnicos y culturales, si viven en países industrializados o en desarrollo, en medios urbanos o rurales, etc.


La duración de nuestras vidas puede depender de un componente genético. Sin embargo, la salud y la actividad a una edad avanzada son en gran medida una síntesis del acervo de experiencias, riesgos y acciones acumulado por una persona a lo largo de toda su vida. Nuestra vida empieza a transcurrir antes del nacimiento. La desnutrición en la niñez, particularmente durante el primer año de vida, las infecciones infantiles como poliomielitis y fiebre reumática, y la exposición a accidentes y lesiones aumentan la probabilidad de contraer enfermedades crónicas y a veces discapacitantes en la edad adulta.

Los factores correspondientes al modo de vida en la adolescencia y en la edad adulta, como tabaquismo, consumo de alcohol excesivo, falta de ejercicio, nutrición inadecuada u obesidad, aumentan mucho el riesgo de enfermedades y discapacidad en cualquier momento de la vida adulta.





Mito No. 3


El hombre y la mujer envejecen de la misma manera



REALIDAD: La mujer y el hombre envejecen de distinta manera. En principio, la mujer es más longeva que el hombre, y parte de su ventaja en cuanto a esperanza de vida es de índole biológica. Lejos de ser el sexo más débil, la mujer parece ser más resistente que el hombre a cualquier edad, pero sobre todo en la primera lactancia.

La mujer puede tener una ventaja biológica también en la edad adulta, por lo menos hasta la menopausia, ya que sus hormonas la protegen de la cardiopatía isquémica, por ejemplo.


Sin embargo, vidas más largas no son necesariamente sinónimo de vidas más saludables, y los patrones de salud y enfermedad de la mujer y el hombre acusan marcadas diferencias.

La longevidad de las mujeres las hace más proclives a contraer enfermedades crónicas que por lo común se relacionan con la vejez. Por ejemplo, se sabe que es más probable que la osteoporosis, la diabetes, la hipertensión, la incontinencia y la artritis aquejen a la mujer que al hombre. Al reducir la movilidad, las enfermedades discapacitantes crónicas como la artritis repercuten sobre la capacidad para mantener relaciones sociales y, por ende, sobre la calidad de vida. Los hombres tienen más probabilidades de sufrir cardiopatías y accidentes cerebrovasculares, pero a medida que las mujeres envejecen, dichas enfermedades se convierten en las principales causas de muerte y discapacidad también para ellas.





Mito No. 4


Las personas de edad son frágiles



REALIDAD: Las personas de edad en su gran mayoría siguen estando en buenas condiciones físicas hasta bien entradas en la vejez. Además de poder realizar las tareas de la vida diaria, siguen desempeñando un papel activo en la vida comunitaria. El mantenimiento del máximo de capacidad funcional es tan importante para las personas de edad como el verse libres de enfermedades.


Sin embargo, la aceleración de la disminución provocada por factores externos puede revertirse a cualquier edad. Por ejemplo, el abandono del hábito de fumar y los pequeños aumentos de actividad física reducen el riesgo de cardiopatía coronaria; para los discapacitados, las mejoras en el entorno físico pueden ayudar a reducir el avance de la discapacidad





Mito No. 5


Los mayores no tienen nada para aportar


REALIDAD: Una capacidad funcional disminuida no es en absoluto sinónimo de incapacidad laboral. De hecho, las exigencias físicas de muchos trabajos han disminuido gracias a los adelantos tecnológicos, con lo cual incluso las personas gravemente discapacitadas pueden seguir siendo económicamente productivas. El hecho de que haya menos personas de edad en trabajos remunerados a menudo obedece más a desventajas de educación y capacitación que propiamente a la edad.


La creencia tan difundida de que las personas de edad no tienen nada que aportar también parte de la noción de que sólo contabilizan las ocupaciones remuneradas. Sin embargo, las personas de edad ocupadas en tareas no remuneradas, incluidas la agricultura, el sector informal, hacen aportes importantes.

Muchas economías en todo el mundo dependen en gran medida de esas actividades, pero pocas de éstas se incluyen en la evaluación de las actividades económicas nacionales, con lo cual el aporte hecho por los ciudadanos de más edad a menudo pasa inadvertido.

Además de su aporte muchas infravalorado en actividades tales como cuidadores de familiares o enfermos, así como labores de voluntariado, entre muchos otros.





Mito No. 6



Las personas de edad son una carga económica para la sociedad



REALIDAD: Las personas de edad hacen un sinnúmero de aportes al desarrollo económico de sus sociedades. Sin embargo, 2 hechos paralelos alimentan el mito de que en los años venideros las sociedades no podrán solventar el suministro de apoyo económico y atención de salud a las personas de edad.

  1. Uno es el reconocimiento del gran número de ciudadanos que el siglo próximo vivirán hasta edades más avanzadas.

  2. El segundo radica en las fuerzas del mercado en casi todo el mundo, sobre el papel del estado para brindarles a sus ciudadanos ingresos seguros y atención de salud.


En muchos países, sobre todo en los industrializados, existe una preocupación creciente frente a los niveles de gasto del estado en la esfera de la protección social, y se debate si los costos se podrían reducir abriendo más la protección social a la competencia del sector privado. Lamentablemente, este debate mundial ha puesto todo el acento en el costo que representa para la sociedad el suministro de pensiones y atención de salud a las personas de edad, sin considerar los aportes económicos constantes y sustanciales que los ciudadanos de edad más avanzada hacen a la sociedad, lo que ha dado lugar al mito de que las personas de edad por lo general son económicamente dependientes.

Sin embargo, los hechos demuestran que ello no es reflejo fiel de la realidad. La mayoría de las personas de edad en todo el mundo siguen trabajando, tanto en ocupaciones remuneradas como no remuneradas, haciendo un aporte sustancial a la prosperidad económica de sus comunidades.








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